El cripto que nos salvará
Las criptomonedas tienen una enorme ventaja y podríamos darle una circulación legal, dice Antonio Navalón

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La humanidad está exhausta. Creíamos que estábamos preparados para todo, entendiendo que ese todo comprendía que alguien nos cuidara, que nos hiciéramos viejos con buenos cuidados médicos y buena salud, llegar jugando al golf hasta los 70 años o viviendo el milagro del Viagra. En fin, pensábamos que íbamos a tener una vida que, al final del día, era la que nos merecíamos. Las guerras parecían que eran una cosa del pasado y ajenas al mundo. El orden imperaba y además contábamos con unas autoridades políticas y económicas que sabían y podían controlar la evolución de la economía y de la vida diaria de los pueblos.
¿Quién no ha oído alguna vez la importancia del producto interno bruto? ¿Quién no ha temblado con las repercusiones de la inflación estructural o coyuntural? ¿Quién no ha comprendido que, como se decía en el siglo 20, un economista era alguien que explicaba muy bien por qué todo iba muy mal? Mire usted por dónde, si no nos matan las bombas nucleares, nos matará la quiebra. No le preocupe lo que deba. No intente pagarlo. No se angustie por las cuentas rojas del banco. En el mundo en el que vivimos, en el de las guerras de Vladimir Putin, en el del Covid-19, en el del poderío chino y en el de la crisis estadounidense nadie, absolutamente nadie, puede pagar sus deudas.
Ríase de la crisis de 1929. Carcajéese de la crisis de 2008. Las crisis en la que estamos metidos no tienen precedente. Por ejemplo, mire las cuentas de lo que deben los gobiernos y los imperios. Estados Unidos debe 30 trillones –o billones, según nuestro sistema– de dólares, lo cual equivale a más de 130 por ciento de su producto interno bruto. La Unión Europea, el otro color, la tierra de la libertad, la democracia y la esperanza, debe junto a la eurozona cerca de 25 trillones –o billones– de dólares. China no debe casi nada; más bien le deben a ellos. Lo mismo pasa con India y con Rusia. Es decir, mientras nos pasa todo lo que nos está pasando –que es mucho–, las macrocuentas, el valor del dólar, de nuestras casas, el costo de todo está en crisis y se ve reducido a la nada.
¿Por qué esto nos estalla ahora? Primero, porque –escrito está en la historia– cuanto más es la gravedad de la adversidad y cuanto más profundo sea el precipicio que tienen por delante, los seres humanos simplemente cierran los ojos y evitan ver la brutalidad de lo que les puede pasar. Y eso siempre es la garantía de que acabe pasando. Tal y como están las cosas, se podría decir que el mundo está en quiebra, o al menos está en quiebra la parte del mundo que más consumimos, que más gastamos y que más poseemos. Y los otros, los recién llegados, los que están inaugurando una renta per cápita de 10 mil dólares, como es el caso de los chinos, deben poco y se les debe mucho. Aunque hoy por hoy –pese a los avances que han hecho en su mercado interno– su seguridad económica depende de un mundo integrado y de que nosotros les compremos lo que tienen para ofrecer.
El mundo libre, el mundo que conocemos y que actualmente sufre de una crisis de liderazgos, tiene aproximadamente unos 950 millones de personas. El otro mundo, el que parece que va a heredar la tierra que hoy tenemos, tiene más de una tercera parte de la población mundial. El problema es que nosotros, los ricos, los líderes, los herederos del poder, estamos quebrados. La primera obligación que hoy tienen los gobernantes es evitar que las monedas ligadas al Sistema Monetario Internacional sigan manteniendo un valor. Sin embargo, la realidad muestra un panorama en el que todo ha perdido su valor. Sencillamente hemos perdido lo que teníamos y estamos en condiciones para cumplir con nuestras obligaciones. Al parecer sólo hay una solución, y confieso que –salvo lo básico– sé muy poco sobre el mundo cripto.
La revolución industrial trajo una moneda: la libra esterlina. El oro estuvo acompañado por otra supremacía: el dólar. La revolución y el poder del siglo 21 es la tecnología y es normal que su moneda, el cripto, termine siendo una de las posibles claves para solucionar diferentes problemas. Una de las funciones por las cuales las criptos fueron creadas fue para tratar de evitar técnicamente la quiebra que tenemos. Nadie, más allá de lo que supone la minería de las criptos, de la energía empleada y de cómo se capitaliza el valor de un cripto, tiene una exacta idea de cómo funciona el sistema. Lo que sí parece claro son dos cosas: primero, si es una moneda referida al triunfo de la tecnología, eso es lo único que le daría sentido a un mundo que no acaba de entender lo que está sucediendo.
En la actualidad hemos sustituido los tornillos por el amor o por los transportadores de cosas. La economía de antes vendía cosas: aviones, carros, tornillos, alimentos, entre otros. La economía actual, la que manda, vende aparatos –en forma de teléfono– en los que las personas depositan su vida entera, y también logró vender el amor de una forma que le permitió convertirse en uno de los principales líderes económicos del mundo a Facebook y su fundador, Mark Zuckerberg.
En algún punto hay que comenzar a ordenar y preguntarnos por qué los fundadores de Apple, Tesla, Facebook, Amazon, Google, Microsoft, entre otras pocas empresas líderes del siglo 21, dominan el mundo. Habrá que darle una correspondencia entre el poder económico y el poder material. Y eso solamente puede ser cuando el resultado en parte de su nacimiento, que es la creación de las cripto, alcance la dimensión que hoy tiene y que parece que va a tener a gran velocidad en el mundo. Además, el cripto ofrece una gran ventaja: no hay manera de colocarle una valoración.
Desde hace muchos años, desde finales del siglo 20, la economía –al igual que la política moderna– es un problema de percepción. Y más que estar en quiebra, que eso ya lo sabemos, el problema es que la quiebra no se puede confesar ni se puede exteriorizar. Tal vez por eso, asimilar ya de una vez la criptomoneda con una valoración que pueda absorber y convertir los números rojos de los macronúmeros en números negros, es una posible solución.
Más allá de ganar o perder mucho, que levante la mano quien pueda establecer un valor identificable y reconocible a las criptomonedas. No hay ninguno. Además, las criptomonedas tienen una enorme ventaja, que es que –más allá de que semana tras semana se lave el dinero sucio y de manera paulatina a través de las instituciones financieras del mundo– podríamos purificarlos de una sola vez y darle una circulación legal, a pesar de que su origen sea víctima del pecado.
Sin un ajuste y una conversión que iguale, por una parte, la distribución y popularización de la cripto y, al mismo tiempo, absorba y haga de cámara de compensación con la ruina que somos en dólares, en euros o en cualquier otra moneda, no hay salvación. Si a eso le unimos, además, una inflación descabellada y la ausencia de unos modelos que permitan un crecimiento sincrónico de las economías, estamos destinados a que nos coma la mayoría, pero nos coma en la miseria y nos coma en el fracaso. La no ruina del mundo es algo que debe interesar a todos, y en ese todos están incluidos desde Putin hasta China. Esto es algo que le debe interesar a usted y a mí, ya que, al final, sólo somos un número. Y lo que viene de esta desgracia es la liquidación absoluta de nuestro mundo. Por eso, ojalá nos salve el cripto.